Friday, December 24, 2010

 

Temporada de falsedad

Como todos los años, diciembre es el mes más hipócrita del calendario dado a la consabida navidad.

Las diversas publicidades proclaman por todos los medios posibles el slogan “mágico”. ¿Qué tiene de mágico, digo yo? ¿Saciar el ritual de adquirir objetos para regalar por compromiso en una orgía brutal de consumismo?

En definitiva de eso trata la temporada navideña: una festividad que no es nuestra (¡Como la ven, puritanos que prohíben el Halloween y otras actividades!). Es simplemente un pretexto impuesto para consumir por consumir; dar regalos por compromiso; de endeudarse por que sí.

Y lo más trillado es que la gente contagiada de esa “Magia”, se acuerda de los menos favorecidos; y sólo en esas fechas procuran hacer buenas obras, en un intento patético de redimir sus malas acciones de todo el año, para luego terminar con una cena con familiares y conocidos que no te caen nada bien por cualquier razón. Todo esto añadiendo los típicos especiales de TV alusivos a la fecha, desde fulanito salva la navidad, o la primera navidad de menganito.

Lo peor aún, se hacen reportajes de un personaje que no existe como Santa Claus, haciendo de lado a un dudoso personaje nacido en Belén, sin contar las tontas preguntas que hacen al público en general o alguno que otro “famoso” de qué tradiciones hace por navidad y similares banalidades.

Así, de tan crudo, consiste esta fiesta llena de falsedad.

Nota personal. Desde mi Demoníaco punto de vista: Yo si celebro Halloween ¿Y qué?

Thursday, December 16, 2010

 

El Acoso

(Fragmento de Nostalgia de fin de siglo)
El anuncio del diario decía: “Buscamos señoritas, jóvenes, bien presentadas para atención al cliente. Experiencia no indispensable”.

Su intuición le aconsejó no ir, pero necesitaba el trabajo y no podía seguir abusando de la hospitalidad de Rita, ni mucho menos atreverse a volver a casa. Había llegado lejos en su decisión de ser independiente, y no tenía la más mínima intención de retractarse.

La entrevista se lo debía hacer en la oficina 104, en el sexto piso del edificio Doral. Diana fue la cuarta postulante de una mediana fila de chicas que vinieron por lo mismo, mucho más arregladas que ella y enfrascadas en conversaciones de ínfimo interés.

Cuando le llegó su turno, aceleró el paso, hastiada de oír aquellos comentarios de ropa y licores baratos. Entró a una oficina mediocremente amueblada, donde un hombre que bordeaba la treintena le ordenó pasar.

- Siéntese - le dijo con timbre meloso.

- Buenos días. Vengo por el anuncio. Aquí tiene mí carpeta.

- Bien, la revisaré mas tarde - dijo el hombre, azotando la carpeta a su escritorio -. Por lo pronto me gustaría saber si tiene experiencia en lo que es “Atención al cliente”.

- No en realidad, pero el anuncio decía...

- Que no se requería experiencia. Sí, lo sé, pero hago esta pregunta por rutina.

- De hecho, es la primera vez que busco empleo y en verdad lo necesito.

- Veo que tiene deseos, vamos por buen camino - dijo el hombre que manipulaba el esfero con la otra mano, a modo de una masturbación artificial -. Seré breve. Nuestra empresa requiere señoritas para atención a clientes muy selectivos. El trabajo es fácil y el horario es muy flexible. Veo en su carpeta que es universitaria.

- Así es.

- Y muy guapa.

Diana no agradeció el cumplido. El hombre seguía manipulando el bolígrafo un poco más rápido.

- Como te dije, nuestra empresa requiere de señoritas muy simpáticas para atención a clientes muy selectivos de la ciudad. El salario es fijo. Tú trabajo será presentarte a nuestros clientes cuando te contacten con este beeper. Necesariamente debes ponerte atractiva, a nuestros clientes les excita los escotes y las mini-faldas. Si no tienes ese tipo de ropa, nosotros te la proporcionaremos. Así que una vez arreglada, te encuentras con el cliente lo acompañas y... lo satisfaces. El salario depende de qué complaciente seas con los clientes, por lo mínimo ganarás 300 dólares semanales.

La mano del bolígrafo se movió con más rapidez, aguardando a que la mujer aceptara, pero en vez de ello la vio abandonar el asiento.

- ¿Así que me ofrece el trabajo de puta?

- ¡Escort!

- ¡Es lo mismo!

- ¿Por qué te enojas, ricura? ¿No decías que querías el trabajo?

- ¡Pero no esa clase de trabajo!

- ¡No te hagas la puritana, si sabes lo bien que te gusta!

Diana tomó su carpeta antes de perder la compostura.

- ¿Te vas? ¿Qué hay del trabajo, lo quieres o no?
- ¡No!

- ¡Bueno, lárgate! Pero sé que volverás y yo seré el primero en darte propina.

- ¡En tus sueños, Cabrón!

- ¡Siguiente! - fue lo que Diana escuchó al salir de la oficina y al abordar el ascensor.

El siguiente anuncio decía “Asistente de secretaria. Buena presencia. Experiencia no indispensable”.

Diana se presentó a otra oficina, esta vez a la de un gerente.

- Pase - le dijo él setentón de traje, de pie cerca del ventanal. Acérquese. Permítame su carpeta.

Ojeó los documentos con sus lentes de armazón negro, como si mostrara interés.

- Bien, muy bien. Tienes tus documentos en regla ¿Me permites tutearte?

- Sí - respondió ella sin tanta confianza.

- Vamos muy bien señorita... Diana Narváez. Diana. Tienes un lindo nombre.
Diana sonrió forzosamente, simulando complacencia ante los halagos del viejo cursi.

- Debo decirte que eres la tercera aspirante al empleo, dijeron que lo pensarían. Francamente, no las vi “competentes”. Pero tú, tú sí que tienes mucho que ofrecer.

Sintió que ese hombre la desnudaba con esos ojos seniles, escrutando atrevidos su entrepierna y sus senos. Le incomodaba, pero creyó prudente por el momento no hacerlo notar y seguirle el juego.

- ¿En qué consiste el empleo? - desvió la atención del fisgón.

- Como lo leíste en el anuncio, niña - se levantó el viejo hacia su asiento -, asistente de secretaria.

- ¿Y qué es lo que hace una asistente de secretaria?

- ¿Qué es lo que se te ocurre?

La mano del viejo acarició las puntas de su cabello negro.

- Asistir a la secretaria.

- Pero por sobre todo al jefe.
- Sus dedos rozaron repulsivas por su cuello ahora tenso.

- ¿Y, dígame? ¿De cuánto es el sueldo?

- Eso depende de cuánto quieras ganar.

Su mano enjuta recorrió el mentón de la joven en un lascivo intento de besarla, ella lo eludió virando su cara.

- Puedes ganar bien, si eres amable conmigo - le susurró en un triste remedo de voz seductora.

Volvió a intentar besarla.

- S-señor. Creo que no me interesa el trabajo - se levantó, pero se vio detenida por uno de sus brazos.

- Pero si te va a gustar. Es un ambiente agradable

Sus inquietos dedos atraparon su cintura y recorrieron atrevidamente entre sus senos, el viejo empezó a gemir, hasta que se vio forzado a soltarla cuando la rodilla de Diana se encajó entre sus piernas. El viejo gruñó de dolor.

Diana se apartó del anciano, salió del despacho con su bolso, olvidándose en el apuro su arrugada carpeta de trabajo.
(Nota: Perdón por las palabras de grueso calibre. Casi nunca recurro a ellas)

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